La autonomía sindical de la UGT a fines del XIX
La UGT fue concebida como una organización sindical autónoma sin carácter político, es decir, sin tener ningún tipo de vinculación o dependencia orgánica con el PSOE, además de no que no se exigía a sus miembros tener una ideología política concreta, aunque para poder ingresar en la misma sí era necesario que se estuviese comprometido en la lucha por obtener mejoras necesarias para la clase obrera, protagonista de su emancipación mediante la estrategia de la resistencia. Pablo Iglesias siempre tuvo muy claro que la organización de la clase obrera era dual. Por un lado, estaba la lucha política que llevaba el Partido, y por otro la económica, propia del Sindicato. Eran y debían ser organizaciones autónomas, sin subordinación alguna del segundo en relación con el primero.
Pretendemos en esta pieza acercarnos al debate que se produjo casi en los inicios de la UGT, en su Cuarto Congreso, celebrado en Madrid en el verano de 1894, sobre la cuestión de la independencia o libertad ideológica de las Secciones del Sindicato. No debemos olvidar que en 1891 se había reconocido el sufragio universal, y uno de los objetivos del PSOE era acudir a todas las elecciones, generales y municipales, para conseguir tener representantes políticos e influir en las instituciones representativas en la estrategia también dual del Partido: obtener mejoras concretas para la clase trabajadora con el fin último de la transformación del sistema político y económico. La cuestión de fondo del debate congresual tenía que ver con la posibilidad de que la UGT se incorporarse a esta lucha política y que se identificase claramente con el PSOE.
En la segunda sesión del Congreso se discutieron dos proposiciones presentadas por la Federación Obrera de Bilbao. En la primera propuesta se planteaba si sería conveniente que las Secciones de la UGT se declarasen abiertamente socialistas. Por la segunda se defendía la conveniencia de que las Secciones “apoyasen moral y materialmente” a los candidatos que fueran partidarios de la lucha de clases, y que se comprometían a defender en el parlamento y los municipios lo que estipulaba la UGT en el párrafo quinto del primer artículo de sus Estatutos, es decir, la mejora de las condiciones de trabajo. No olvidemos que dicho fin se alcanzaría, como es sabido y según otro artículo, apelando a la huelga, pero bien organizada, cuestión fundamental del sindicalismo ugetista, y recabando de los poderes públicos una legislación social en favor del trabajo, como la jornada de ocho horas, la fijación de un salario mínimo, la igualdad de salario para ambos sexos, etc.
El dictamen elaborado no fue favorable a estas dos propuestas. Pablo Iglesias fue muy claro, y coherente con su pensamiento sobre la dualidad organizativa de la clase obrera. No se podía votar afirmativamente porque las Secciones de la UGT, siempre que no se apartasen de lo establecido en el primer artículo de los Estatutos, debían ser libres para proceder del mejor modo que estimasen oportuno.
Facundo Perezagua, en cambio, representando a la Federación obrera bilbaína, es decir, la que propuso estas cuestiones, como hemos expuesto, criticó el dictamen, basándose en la actitud que adoptaban las autoridades en casi todas las huelgas, y en la necesidad de contar con representantes en las instituciones que defendiesen las reclamaciones que planteaba la UGT, por lo que, consideraba que parecía necesario que se votase a favor de las dos propuestas. Seguramente, en el pensamiento del líder político y sindical de Bizkaia pesaba la necesidad de que las Sociedades Obreras vizcaínas se identificasen públicamente con los socialistas que estaban llegando a los consistorios vizcaínos, además de que, de ese modo podían fortalecerse en sus luchas sindicales. En 1891 fueron elegidos cuatro socialistas en las elecciones municipales, entre ellos él mismo, aunque solamente uno de ellos, Manuel Orte, pudo acceder al cargo porque tenía un pequeño negocio a su nombre, aunque luego Perezagua sería varias veces concejal en el Ayuntamiento de Bilbao.
Por su parte, Andrés Paz defendió el dictamen, argumentando que no se podía imponer a los afiliados ninguna ideología, como ocurriría si se votaba a favor de la propuesta de la Federación de Bilbao. Los compañeros debían llegar a adquirir las ideas por convencimiento.
En ese momento, Perezagua, seguramente intentando que la segunda proposición fuera aprobada, planteó que lo presentado por las Sociedades Obreras bilbaínas eran dos cuestiones distintas. Consiguió que el Congreso aceptase que se discutiesen por separado.
En la cuarta sesión se planteó la primera cuestión de nuevo, sobre la declaración de socialismo por parte de las Secciones, y se recordó lo que establecía el dictamen correspondiente. Iglesias volvió a intervenir, insistiendo en sus argumentos sobre la libertad de las Secciones porque de votar afirmativamente se quitaría fuerza a la UGT. Seguramente, esa afirmación tenía que ver con el deseo de atraer al mayor número de trabajadores, y una adscripción automática con los postulados del Partido podía echar atrás a muchos. El procedimiento para adquirir las ideas socialistas podía tener que ver con lo que Andrés Paz había defendido, la estrategia del convencimiento y no de la imposición.
Perezagua no se dio por vencido, defendiendo, por el contrario, que la declaración de socialistas fortalecería a las Sociedades Obreras vizcaínas dados los escasos o nulos resultados obtenidos. Josep Comaposada, Basilio Martín Rodríguez y Arturo Lora intervinieron a favor del dictamen, frente a Francisco Sanchis y José María Charola que lo hicieron en el mismo sentido que Perezagua. Terminado el debate, la votación fue mayoritariamente favorable al dictamen.
En la quinta sesión se discutió la segunda propuesta. Iglesias insistió en defender el dictamen contrario, fundamentándose en la libertad de las Secciones en las luchas electorales, frente a la postura de Perezagua. Hablaron en el mismo sentido que el primero los representantes Manuel Vigil, Basilio Martín Rodríguez y Juan Serna. En defensa de la tesis bilbaína, además de Perezagua, intervino, Saturnino González. Las tesis de la Federación bilbaína volvieron a ser derrotadas.
Al final, pues, se reafirmó la autonomía de la UGT y de sus componentes, aspecto fundamental para Pablo Iglesias. Otra cuestión era que, en realidad, el programa del PSOE y de la UGT fuera similar en materia económico-social.
Hemos empleado como fuentes los números 443 y 445 de El Socialista, correspondientes a los días 31 de agosto y 14 de septiembre de septiembre de 1894, respectivamente.
La bibliografía que podemos consultar es la siguiente:
SABORIT, A., Apuntes históricos. Pablo Iglesias, PSOE y UGT, edición en la red de la Fundación Pablo Iglesias.
PANIAGUA, J. Anarquistas y socialistas, Madrid, Historia 16, 1989.
PÉREZ LEDESMA, M., “Organización y acción sindical: la primera etapa de la Unión General de Trabajadores”, en id. El obrero consciente. Dirigentes, partidos y sindicatos en la II Internacional. Madrid, Alianza, 1997, pp. 194-221.
FESEFELDT, H., “Del mundo de los oficios a la lucha de intereses: la UGT, 1888-1923”, Ayer, 54 /2004 (2), pp. 71-96.
CASTILLO, S., Historia de la UGT. 1. Un sindicalismo consciente, Madrid, Siglo XXI de España, 2008.