Sidney y Beatrice Webb: cooperativismo y laborismo británicos hacia 1921
El matrimonio Webb constituye, sin lugar a dudas, la pareja más destacada de la historia del socialismo en Occidente, colaborando intensamente en multitud de obras en común. No podemos entender la creación del Estado del Bienestar sin los fabianos, y sin este matrimonio por sus contribuciones teóricas.
Al poco tiempo de crearse la Sociedad Fabiana, Sidney Webb (1859-1947) ingresó en la misma, y fue uno de sus principales impulsores. También sería uno de los fundadores de la London School of Economics, donde fue profesor.
En el año 1892 contrajo matrimonio con Beatrice Pottter, y ambos colaboraron intensamente, tanto en la Sociedad Fabiana, como en el Partido Laborista. Escribieron una obra fundamental, una historia de las Trade Unions, que se publicó en el año 1894. Posteriormente, Sidney fundaría el New Statesman. También sería elegido diputado en 1922, y estaría en el Gobierno en 1929, aunque no por mucho tiempo por motivos de salud. Por su parte, son muy atrayentes los escritos de Beatrice Webb (1858-1943) sobre la cuestión salarial vinculada al género.
El matrimonio publicó en 1921 la obra, El movimiento cooperativo de consumidores. En este sentido, hemos encontrado una parte de la entrevista que el periódico socialista belga Le Peuple hizo al matrimonio Webb donde hablan sobre el cooperativismo en el Reino Unido. Al parecer, habían viajado al otro lado del Canal de la Mancha para realizar un estudio del cooperativismo belga que, como sabemos, era muy potente en toda Europa. Esta entrevista fue traducida al castellano y publicada en El Socialista en mayo de 1921. Nos interesa, especialmente, porque se plantea la relación entre el cooperativismo y el laborismo.
Sidney Webb explicó que en Inglaterra había en ese momento unos cuatro millones de cooperativistas. Los almacenes de las cooperativas de consumo operaban por valor de doscientos millones de libras esterlinas al año. Las cooperativas de este ámbito vendían todo tipo de géneros, desde los productos alimenticios hasta los de vestir, pasando por libros, bisutería, bicicletas o pianos. Los únicos productos prohibidos eran las bebidas alcohólicas.
Por su parte, los municipios firmaban con las cooperativas contratos que hacían que disfrutaran de su cobertura o protección legal. Por eso, se habían distanciado del movimiento obrero militante, dejando al margen de las mismas las cajas de socorro (resistencia).
Los cooperadores, según Sidney Webb, creyeron poder resolver la cuestión social y por eso los socialistas habían tratado a las cooperativas con cierta indiferencia en los inicios, pero, al parecer, la cuestión había cambiado. Los primeros habían conocido la realidad con crudeza y, por consiguiente, habían perdido sus primitivas ilusiones. Pero también era cierto que los socialistas terminaron por reconocer que la cooperación, sobre todo la de producción, constituía un estado necesario para llegar a la verdadera democracia industrial. Eso había provocado que se produjera una aproximación, que se había plasmado en alianzas entre cooperativistas y sindicatos, y que se presumían perdurables.
Los cooperativistas habían entendido que las empresas fundamentales en la industria y el comercio debían pertenecer a las colectividades más capacitadas y que no eran otros que los Municipios y el Estado, es decir, que fueran nacionalizadas. Por eso, para el matrimonio Webb las distintas formas de la acción obrera tenían un punto en común: la supresión del capitalismo.
Hemos trabajado con el número 3835 de El Socialista.
Sobre el fabianismo, al que tanto contribuyó el matrimonio el lector en español puede acercarse al trabajo siguiente: Ruiz Miguel, Alfonso (2002). «La socialdemocracia», en Fernando Vallespín, ed. Historia de la Teoría Política, 4. Historia, progreso y emancipación. Madrid: Alianza Editorial. pp. 207-257. Por otro lado, la cuestión de la democracia industrial en relación con los Webb ha sido trata por T.S.Simey, “La contribución de Sidney y Beatrice Webb a la sociología”, en Sociología del Trabajo, nº 50, 2004, ejemplar dedicado a: “La Democracia industrial vuelve”, págs.. 35-38.
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