El deber de crear sociedades de resistencia a finales del siglo XIX

Historia

El movimiento obrero de signo socialista planteaba la doble lucha, la política, asignada a los partidos obreros, y la sindical, liderada por las sociedades de resistencia u obreras. El socialismo español lo tenía muy claro como defendió en muchas ocasiones el propio Pablo Iglesias. El primer Congreso del PSOE, celebrado en el verano de 1888 en Barcelona, resolvió que el Partido Socialista debía fomentar en cuanto le fuera posible el movimiento de resistencia y apoyaría con todas sus fuerzas las batallas que librasen las organizaciones obreras con la patronal.

 

Por su parte, el socialismo internacional también establecía este principio. El Congreso de la Segunda Internacional de Bruselas, de 1891, resolvió que era absolutamente necesario que la clase obrera se organizase en sindicatos para que, bien preparados los trabajadores, obtuviesen sus objetivos. Por eso, la Internacional pedía a los trabajadores que tenían que sostener las organizaciones sindicales y luchar contra las autoridades que impidiesen su existencia o dificultasen su trabajo. En el siguiente Congreso, celebrado en Zúrich (1893), se estableció que los trabajadores estaban obligados a organizarse por oficios para defender sus intereses profesionales, impedir la disminución de salarios y resistir la explotación capitalista. Además, debían constituir en Federaciones nacionales, donde fuera posible, las sociedades de los mismos oficios que tuvieran idénticos intereses. Esas Federaciones nacionales debían crear una Federación internacional con el fin de unir las organizaciones de los distintos países.

En conclusión, era un deber de todos los socialistas trabajar para que sus respectivos oficios se organizasen, procurar que progresasen los ya organizados y esforzarse por fomentar la unidad.

Pues bien, en la primavera de 1896 el Partido Socialista Obrero Español estaba preocupado, como se manifestaba en las páginas de El Socialista, porque se estaba detectando que algunos socialistas estaban perdiendo el interés en crear o fomentar sociedades obreras, consagrando sus esfuerzos exclusivamente a la lucha política. Al parecer, esta especie de desgana se interpretaba como fruto del desinterés de muchos trabajadores en organizarse o porque en ese momento no podían alcanzar los resultados que habrían obtenido antes. El periódico obrero expresaba que todo esto era un error motivado por la aguda crisis de trabajo que padecía España más aún que otros países más industrializados.

La crisis dificultaría, en esta interpretación, la acción de las organizaciones de resistencia poco robustas, por lo que no habían podido alcanzar las ventajas de la asociación o rechazar las arbitrariedades patronales. Por último, no podía olvidarse que el crecido paro tenía mucho que ver la bajada de la militancia.

Pero, aunque estas razones eran de peso, el socialismo español consideraba que de esa situación no podía llegarse a la conclusión de que las sociedades de resistencia hubieran ya cumplido su misión ni que fueran impotentes en el presente para beneficiar a sus miembros. Las sociedades no habían cumplido su misión porque en España no existía aún la gran industria, que era donde las sociedades de resistencia desempeñaban su gran papel. Por otro lado, el odio que destilaba la patronal hacia las sociedades obreras era un claro exponente de que no eran tan impotentes. Por fin, el periódico obrero socialista opinaba que estas sociedades no eran tan estériles porque lo revelaban las condiciones de los trabajadores que estaban organizados, que eran menos malas que las que padecían los que carecían de organización, sin olvidar la importancia de la manifestación anual del primero de mayo donde se reivindicaba la jornada legal de ocho horas y la adopción de una legislación laboral. Si no hubiera en España sociedades de resistencia, se afirmaba en la publicación, la movilización obrera del primero de mayo no tendría la importancia que había llegado a alcanzar.

El movimiento societario era fundamental porque el socialismo creía que era imposible que la organización política pudiera prosperar si no lo hacía el primero porque era el que ofrecía la primera educación a los trabajadores, y enseñaba antes la cuestión de los antagonismos sociales, que luego permitiría con el tiempo llegar a la organización política. Era una cuestión que se vinculaba al escaso desarrollo de la educación en España. El trabajador no pensaría, en principio, en la lucha por la emancipación porque le parecería imposible, sino en conseguir mejoras concretas. Así pues, primero una cosa y luego la otra, en la táctica socialista española, aunque se consideraba que la lucha política era superior a la económica, aunque no se debía descuidar porque ambas se complementaban.

Hemos trabajado con el número 532 de 5 de junio de 1896 de El Socialista.

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