Los socialistas ante los Pactos de Locarno
En un artículo en este mismo medio estudiamos lo que supusieron para la distensión internacional los Pactos de Locarno en 1925. El Comité Ejecutivo de la Internacional Obrera Socialista, reunido a primeros de noviembre de 1925, en Londres expresó su opinión hacia los mismos. Esta pieza trata de esta interpretación y de las recomendaciones que emitieron hacia los trabajadores.
Los socialistas lamentaban que el protocolo de Ginebra, considerado como el medio más eficaz para asegurar la paz en Europa, había fracasado de momento, acusando al gobierno conservador británico de dicho fracaso, y que se había sustituido por los Pactos de Locarno.
En todo caso, se valoraba que dichos Pactos eran un primer paso para la paz europea. Un contrato recíproco entre potencias iguales en derechos que sustituía las voluntades de las potencias victoriosas suponía la constatación de que el método siempre combatido por el socialismo internacional del empleo de la fuerza había fracasado. Las potencias que firmaban estos Tratados habían desencadenado sangrientas luchas en el pasado, pero ahora asumían el rechazo de la guerra como medio para resolver sus conflictos, sometiéndose a un arbitraje obligatorio bajo la autoridad de la Sociedad de Naciones. Es más, Alemania entraría en la Sociedad de Naciones. Así se crearía una atmósfera más pacífica, condición para que terminasen los odios nacionalistas. Pero, además, este cambio tenía que favorecer la resolución de la crisis económica mundial, el paro y provocar una mejora de la situación de la clase obrera.
Los socialistas eran realistas y no se hacían ilusiones en cuanto a lo que consideraban imperfecciones de algunas cláusulas de los Tratados, pero se podría considerar que eran un éxito parcial de la lucha emprendida por el proletariado internacional contra el uso de la fuerza en las relaciones entre los pueblos. Desde la ocupación el Ruhr, tan combatida por el socialismo internacional como hemos estudiado en otro trabajo, hasta Locarno se apreciaba un cambio considerable entre un medio de fuerza y otro de concordia aunque fuera imperfecta, y que era debida, como ya se había apuntado, al propio socialismo, gracias al Gobierno laborista británico, a la victoria electoral del socialismo francés sobre el Bloque Nacional y por el crecimiento del Partido Obrero Belga, sin olvidar el concurso de la socialdemocracia alemana.
Pero Locarno debía ser considerado como un primer paso hacia la finalidad a alcanzar, y el Comité invitaba a la clase obrera internacional, estimulada por este resultado parcial, a continuar en su lucha para conseguir cuatro objetivos:
1º El desarme de los odios nacionales en Europa occidental, garantizado por una modificación inmediata del carácter de la ocupación de los países renanos, su evacuación completa en cuanto fuera posible, así como la consecución de una reglamentación rápida de los problemas de Derecho público y de las dificultades económicas que corresponderían al Saar.
2º La ratificación inmediata del Pacto (eso tuvo lugar en diciembre), con convocatoria de una conferencia general sobre desarme, conforme a las resoluciones de la Sociedad de Naciones.
3º El arbitraje obligatorio internacional recogido en tratados que tuviesen el compromiso de solucionar todos los conflictos por medio de este sistema, acoplándose, como disponían las resoluciones de Ginebra, al sistema de la Sociedad de Naciones.
4º La clase obrera debía velar porque el acuerdo no degenerase en una alianza dirigida contra otro grupo de potencias ni en una alianza contra la Rusia de los Soviets. No se podía tolerar el aislamiento de Rusia. El Comité recordaba también a los trabajadores que los gobiernos “capitalistas” eran muy dados a considerar los tratados como trozos de papel cuando los intereses del capital lo exigían. Por eso los Pactos de Locarno no serían instrumentos eficaces para la paz mientras la clase trabajadora no fuera fuerte y estuviera vigilante para asegurar el cumplimiento de lo pactado.
Hemos consultado el número 5238 de El Socialista, del día 18 de noviembre de 1925.