Una reflexión socialista sobre el hambre en diciembre de 1910
El hambre fue una preocupación constante del movimiento obrero español, especialmente, en los primeros decenios del siglo XX, tanto en los momentos de intensa crisis como en la época de la Gran Guerra y la inmediata posguerra, como en general, ya que el problema no se dio solamente en determinadas coyunturas.
A mediados de diciembre de 1910 El Socialista trató de nuevo el problema, justo cuando empezaba el invierno. En este material encontraremos la filosofía política que tenía el socialismo sobre este fenómeno.
En primer lugar, había una crítica a la opinión pública porque solamente se preocupaba de este asunto cuando llegaba el rigor invernal. Cuando se tenía una noticia de una persona desfallecida en las calles se disparaba la “conmiseración colectiva”, pero en las estaciones de buen tiempo los “desheredados” también carecían de lo básico. Las noticias de desfallecimientos por inanición en verano no generaban grandes lamentos, ni artículos de crítica social y análisis del problema, como sí se producían en el invierno. En esa estación las autoridades planeaban proyectos para recoger a los mendigos en instituciones, y se ponían en marcha campañas de suscripciones para intentar paliar la miseria de los abandonados, aunque, según el periódico obrero, nada terminaba por solucionarse.
Los socialistas no querían dar la impresión de negar las buenas intenciones, pero eran unas tareas inútiles. Cada día era mayor el número de Sociedades benéficas, y hasta se aumentaba año tras año el presupuesto para los asilos y hospitales, pero el problema de pobreza era cada vez más agudo.
No se trataba de una cuestión de caridad o altruismo, sino de un problema social profundo, que no podría resolverse apelando con remedios paliativos, como eran los derivados de la filantropía.
El hambre no solamente se daba entre los mendigos de las calles, sino que afectaba a la clase trabajadora en su totalidad, incluyendo a los trabajadores que conocemos como de “cuello blanco”, del proletario de “gabán y sombrero”, que escondía su miseria.
El problema de la pobreza, por lo tanto, era producto del sistema económico, como no podía ser de otra manera desde el punto de vista socialista. Y no tendría solución en tanto no desapareciera el mismo. Y lo probaría que existía en todos los países, aunque se reconocía que era menor en los más ricos o donde los impuestos no gravasen los productos básicos (recordemos, en este sentido, los “consumos” que pesaban como losa sobre los alimentos y otros productos de primera necesidad).
No era una cuestión de buenos sentimientos, sino de justicia social. Y por eso, terminaba el artículo afirmando que los socialistas hacían más por erradicar la pobreza que los filántropos y los arbitristas.
Hemos consultado el número 1292 de El Socialista.
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