Los socialistas ante el atentado a Alfonso XIII en abril de 1913
El 13 de abril de 1913 tuvo lugar en Madrid un acto de jura de bandera. El rey a caballo abandonó la Castellana, emprendió, con su cortejo y escolta, el camino de Recoletos. Hacia las dos menos cuarto de la tarde llegaba a la Cibeles, para girar hacia la calle de Alcalá, y a la altura del número 48 un hombre salió de la multitud, disparando hacia el monarca, que rápido de reflejos encabritó al caballo para lanzarlo contra el agresor, que fue derribado e inmediatamente detenido. El agresor era Rafael Sancho Alegre, de veintiséis años de edad, carpintero y residente en Barcelona. Al parecer, era anarquista, y había intentado asesinar al rey por la Guerra de Marruecos y la represión de la Semana Trágica. Fue condenado a muerte, aunque se conmutó su pena por cadena perpetua.
Los socialistas, fieles a su crítica al método del atentado terrorista como acción revolucionaria, es decir, a la propaganda por el hecho, condenaron el atentado al día siguiente desde las páginas de El Socialista. Los socialistas querían dejar muy claro que tanto en ese momento como en el pasado eran enemigos de que los hombres dirimiesen sus diferencias empleando la violencia. Un regicidio podía privar la vida de un hombre, pero no derrumbaban un régimen, es más, lo terminaba por fortalecer. Los socialistas estaban en contra de los regímenes injustos, pero no contra las personas que en un determinado momento histórico los encarnaban.
Los socialistas no sentían ninguna solidaridad hacia el acto perpetrado por Rafael Sancho Alegre, aunque también expresaban que seguramente habría quien dijera lo contrario o que la opinión de los socialistas estaba dictada por la cobardía. En el ánimo estaba, sin lugar a dudas, la acusación, que estudiamos en su momento, a Pablo Iglesias de haber tenido algo que ver con el asesinato de Canalejas.
Por otro lado, consideraban que el atentado era obra “aislada de un loco”. Se decía que el autor era anarquista, pero en opinión socialista era solamente un magnicida, porque el que había cometido el atentado no podía “obedecer a un pensamiento político o social de izquierdas”.
No se podía obtener el menor beneficio de un atentado en el momento en el que la Monarquía, siempre según la tesis socialista, había anunciado que se iba a democratizar. Por eso, si se quisiera ver una finalidad política en el atentado estaría en las derechas, una interpretación que no deja de llamarnos la atención. Pero, también es cierto, que los socialistas no querían acusar a nadie, ni hacer caso de lo que habían expresado algunos periódicos de que el agresor llevaba consigo recibos de un Círculo Conservador. En todo caso, quedaba la alusión. Así pues, en conclusión, había sido el acto de un loco.
Hemos trabajado con el número 1421 de El Socialista de 14 de abril de 1913.
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