La exhortación de Pablo Iglesias a los socialistas sin cargos en 1924
Asentada la Dictadura de Primo de Rivera, Pablo Iglesias se dirigió a los militantes del Partido Socialista, a los socialistas sin cargos, para animar al trabajo, para fortalecer y desarrollar las fuerzas del mismo. La exhortación se publicó en el número del 28 de febrero de 1924 de El Socialista. Pablo Iglesias dedicó muchas energías al trabajo pedagógico en relación con lo que debería ser un buen socialista, o cómo tenía que funcionar una Agrupación. Hemos escrito algunos trabajos en este sentido, tanto en el este periódico como en el libro que dedicamos a la primera etapa de la historia del PSOE.
No bastaba con cotizar regularmente, asistir a las asambleas, concurrir a las reuniones que organizase el Partido, además de tomar parte en los procesos electorales, sino que había un deber más allá. Y aquí plasmaba esa frase que ha quedado para la Historia:
“Sois socialistas no para amar en silencio vuestras ideas, ni para recrearos con su grandeza y con el espíritu de justicia que las anima, sino para difundirlas, para llevarlas a todas partes, para hacer que penetren en los cerebros de los muchos asalariados que todavía no las profesan.”
Así pues, el trabajo de propaganda empezaba en el propio hogar, pero también en el centro de trabajo, en la Sociedad Obrera a la que se pertenecía, y en cuantos lugares hubiera obreros que desconociesen o sintieran prevención hacia las ideas socialistas.
Iglesias reconocía que la tarea era muy grande, pero de ella se podían sacar “soldados” para la causa socialista. No se conseguiría en días ni semanas, pero si se era perseverante, se podría alcanzar el éxito.
El viejo líder, a pesar de que sabemos que era muy exigente y crítico, alababa también a los militantes, al considerar que nos les faltaba cualidades para la propaganda “modesta, individual”, porque los socialistas sabían cómo funcionaba el sistema económico y a quien beneficiaba, sobre los males que ocasionaba, y cómo podían desaparecer convirtiendo en propiedad social los medios de producción, propiedad de una minoría. Y los socialistas sabían que lo que permitía a esa minoría el goce de dicha propiedad era tener en sus manos el poder político. Y también sabían que ese poder debía ser conquistado por el proletariado con el fin de socializar los medios de producción y cambio. Y para conseguir eso había que constituir un partido político, separándose de todos los que defendía el régimen social existente. La socialización de los medios de producción suponía la muerte de la explotación del hombre por el hombre, el comienzo de una era de justicia. Como vemos, Pablo Iglesias, resumía el ideario marxista sobre la lucha de clases y la lucha política.
Todo eso había que enseñarlo a las familias, a los compañeros de trabajo, a cuantos se pudiera convencer. Así se ganaría adeptos para la causa, y donde no hubiera Agrupación Socialista podría formarse una, y donde ya existía, aumentar el número de sus afiliados.
Iglesias insistió mucho en su vida sobre la importancia de las Agrupaciones Socialistas. En esta exhortación advertía que si en el transcurso de un año una Agrupación no elevaba la cifra de sus miembros era una Agrupación pasiva, estancada, medio muerta. El socialismo debía ser todo lo contrario, ser vida, actividad, ardor, decisión. Iglesias no concebía la falta de compromiso, ni la rutina, por eso el socialista debía sonrojarse de ser indolente, distraído, “poltrón”, por lo que si algún militante tenía esas malas cualidades había de esforzarse por superarlas. Los socialistas tenían que ser luchadores.
Los militantes tenían, además, un compromiso con el periódico El Socialista. Se debía comprar, y había que buscar entre familiares y compañeros de trabajo compradores. Conquistar lectores para el periódico obrero era “dar conciencia a nuestra clase, vigorizar nuestro Partido, fortalecer la organización obrera”.
Iglesias considerando que nadie debía sentirse mortificado por sus palabras, que había comprender el sentido de las mismas para ser acogidas favorablemente con el fin de realizar lo que en ellas pedía.