Un alegato desde el socialismo contra los exámenes en los años veinte
Los exámenes siempre han sido una cuestión polémica en el ámbito pedagógico, sobre su conveniencia o no. En este apunte queremos aportar una visión que desde el periódico El Socialista, en abril de 1926, se realizó contra los exámenes en la segunda enseñanza como se realizaban en aquel momento. Debe tenerse en cuenta que, entre las razones aducidas, algunas son específicas de aquel momento, pero, curiosamente, otras guardan algunas similitudes con el presente. Al menos, pretendemos ofrecer un material para la reflexión, siempre desde la Historia.
La columna comenzaba afirmando que cada día ganaba más terreno la idea de la supresión de los exámenes, considerado como una tortura para profesores y alumnos.
Había Institutos de enseñanza secundaria en lo que se podían realizar en el mes de junio más de veinte mil exámenes. Para realizar lo que se calificaba “falsa pruebas de suficiencia” los tribunales debían emplear medio minuto para cada alumno, teniendo que quedar probada en ese tiempo la “cultura del alumno”. Recordemos que los exámenes eran orales.
Pero es que según como estaba la enseñanza secundaria en ese momento, el periódico obrero reconocía que tenía que ser así. Había muy pocos profesores para un número creciente de alumnos porque, como sabemos, había muy pocos Institutos en España. Había profesores que podían tener entre doscientos y trescientos alumnos, y en esas condiciones era imposible conocerlos bien, por lo que aguardaban al momento del examen para enterarse, eso sí, a medias, de quienes sabían o no las asignaturas. Por eso, los socialistas pedían que aumentase el número de profesores de Instituto para evitar este tipo de exámenes.
Se ponía como alternativa el Instituto-Escuela porque en esta materia como en tantas otras era un modelo a seguir.
Los socialistas eran hasta ácidamente críticos con los exámenes, pero también porque el sistema educativo no preparaba al niño para la vida que era lo importante, aunque a muchos padres esto no preocupaba lo más mínimo, conformándose con un papel el que apareciera el correspondiente “aprobado”. Así llegaban los muchachos con una deficiente cultura a realizar estudios universitarios y padecer los mismos males que en la enseñanza media.
Había que modificar radicalmente el funcionamiento de los Institutos y la Universidades, pasando por una disminución clara de lo que hoy denominamos la “ratio”, es decir, el número de alumnos por profesor, aumentando el número de los docentes, y que el curso no se convirtiera en la preparación de un “acto teatral y estéril”, sino el cultivo de las facultades del alumno. Así pues, aspectos que hoy nos parecen antiguos, pero otros no tanto, especialmente lo relativo a la ratio, y alguno más como la referencia a la preparación para la vida.
Hemos trabajado con el número del 22 de abril de 1926 de El Socialista.
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